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Discurso de Oscar Arias en el Foro de Líderes Gubernamentales

 

Durante el mes de marzo del 2007, se llevó a cabo el "Foro de Líderes Gubernamentales" (GLF por sus siglas en inglés). Este año, el primero que se realiza fuera de Washington DC- el evento tuvo un gran realce con la participación de Bill Gates, los presidentes Uribe y Arias de Colombia y Costa Rica y varios Vice Presidentes de Latinoamérica. Uno de los puntos altos de la actividad fue el discurso del presidente de Costa Rica, Oscar Arias Sánchez. No quiero dejar de compartirlo con Uds. pues pienso que es una gran disertación.

METAMORFOSIS LATINOAMERICANA

Óscar Arias Sánchez

Presidente de la República

Global Leaders Forum—Americas, Microsoft

Cartagena, Colombia

19 marzo 2007

Amigas y amigos:

          Me siento muy feliz de encontrarme en Cartagena, pero me alegra incluso mucho más, estar en una actividad programada por Microsoft, que es símbolo de la innovación y la prosperidad que tanto anhelan nuestros jóvenes. Como ustedes saben, Microsoft ha decidido rendir homenaje a nuestra región al darle a su programa un nombre en español: Vista. Espero que, algún día, esta empresa emplee a tantos latinoamericanos que tenga que cambiar su nombre de “Microsoft” a “Microsuave, o, tal vez, “Suavecitito”.

          Hoy, mientras nos preocupamos sobre cómo moldear el futuro de Latinoamérica, también podemos volver nuestra mirada al pasado, y encontrar en él una fuente de inspiración y sabiduría para el presente. En un día como hoy, en el año 43 antes de Cristo, en una provincia del Imperio Romano, nació el gran poeta Ovidio. Un poeta de amor y de transformación, de frustración y de triunfo. Sus obras inspiraron a trovadores medievales, a Petrarca y a Chaucer, a Marlowe y a Shakespeare, a Boticelli y a Bernini, a Pushkin y a Kafka. Si Ovidio estuviera vivo hoy, estoy seguro de que todo el mundo querría entrar a su “blog”.

A pesar de que escribió sus historias más famosas hace más de dos mil años, “Las Metamorfosis”, su aguda apreciación de la esencia de la humanidad, de nuestra propensión a sentirnos embargados de envidia o de vergüenza, de ambición o de piedad, de violencia o de ternura, sigue siendo valedera en nuestros días. Hoy quiero resaltar las profundas coincidencias que hay entre la historia de Cadmo, el héroe fenisio, y la vida de las cinco naciones centroamericanas.

            Cadmo sale de Delfos buscando fundar una nueva sociedad, de la misma manera en que millones de centroamericanos persiguieron por años el espejismo de un mundo nuevo. Al llegar a esa tierra prometida, Cadmo la encuentra custodiada por una terrible serpiente que debe enfrentar para asegurarse la supervivencia de su clan. Hace veinte años, los habitantes de Centroamérica tuvieron que enfrentar a una serpiente que dominaba la región: la violencia entre hermanos. Cadmo utiliza la fuerza para destruir a la serpiente, pero su violencia genera más violencia, y de los dientes de la serpiente emergen ejércitos de brutales soldados llamados los espartos. De modo similar, quienes en Centroamérica pretendieron que la guerra sólo habría de acabar con más violencia, con más armas y más soldados, no hicieron sino multiplicar el problema y crear más muerte y destrucción, más guerrillas, contras y ejércitos. En ambas historias, estalla una guerra civil, en donde todos se matan entre sí sin causa y sin control. Cuando sólo quedaban 5 hombres con vida en Tebas, Atenea, la diosa de la sabiduría, les aconseja que abandonen la guerra, depongan las armas y vivan en paz. Así también, hace veinte años, fue la sabiduría la que nos impulsó a los presidentes de las cinco naciones centroamericanas, a negociar un acuerdo de paz y a dejar de alimentar la violencia con nuestra propia violencia.

Con los Acuerdos de Esquipulas, los presidentes centroamericanos logramos vencer a la serpiente y, al hacerlo, iniciamos una metamorfosis en el istmo. Muchas naciones de Latinoamérica compartieron esta misma metamorfosis: de la guerra hacia la paz, de la dictadura hacia la democracia, de los Estados que únicamente buscaban preservar el orden, a los que buscan proteger los derechos humanos.

Esta transformación, sin embargo, todavía no ha concluido. Algunos dientes de serpiente olvidados, abonados por la intolerancia, la pobreza y la exclusión, han hecho surgir nuevos soldados en Latinoamérica: las maras, las FARC, los paramilitares, los grupos que toman la ley en sus manos y los individuos que no conocen más ley que la de su propia desesperación.

La única manera de atacar las causas de la violencia, de deshacernos de los dientes de la serpiente, es que suframos una nueva metamorfosis. Necesitamos una metamorfosis que pueda transformarnos de una región en donde el 40% de la población se consume en la pobreza, a una región en donde el 100% de los habitantes puedan encontrar trabajo digno y bien remunerado; de una región en donde los acueductos transportan infecciones parasitarias, a una región en que los niños puedan tomar agua potable sin miedo; de la región con la mayor brecha entre ricos y pobres en todo el mundo, a una región en donde todos los hombres y mujeres tengan la oportunidad de prosperar; de una región cargada de exclusión y rechazo social, a una región en donde no seamos juzgados por el color de nuestra piel, sino, como dijera Martin Luther King, por el contenido de nuestro carácter.

Hoy quiero hablarles brevemente de una iniciativa internacional y de una actitud nacional que pueden contribuir a que los países latinoamericanos, y cualquier país en vías de desarrollo, sea capaz de realizar esta metamorfosis: el perdón de deuda externa como herramienta de paz y de desarrollo humano, y la inversión en educación como clave ineludible para cifrar nuestro futuro.

La primera iniciativa que propongo es utilizar el perdón de la deuda externa y el otorgamiento de crédito, como una herramienta para alcanzar la paz y un mayor desarrollo humano en nuestras naciones. Me propongo convocar a una conferencia de Jefes de Estado y representantes de organismos financieros internacionales, con el fin de alcanzar el “Consenso de Costa Rica”, el cual introducirá nuevos criterios para otorgar crédito a las naciones en vías de desarrollo y para perdonarles su deuda externa. En el pasado el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional exigieron a los países, a lo largo de muchos años, presupuestos balanceados y finanzas saludables como prerrequisito para la obtención de crédito o el perdón de deudas. Muchos de estos países alcanzaron esos objetivos a través del recorte del gasto social, pero no del gasto en defensa, esto es, del gasto en la compra de helicópteros artillados, tanques y misiles.

Es hora de crear mecanismos para el perdón de la deuda externa de los países en vías de desarrollo que inviertan cada vez más en educación, salud, vivienda y protección ambiental, y cada vez menos en armas y soldados. Es hora de que la comunidad internacional premie no solo a quien gasta con orden, como hasta ahora, sino a quien gasta con ética. Lo que nuestros niños necesitan son más escuelas, clínicas y gimnasios, y menos tanques y aviones de combate. Este es el Consenso de Costa Rica y espero que juntos decidamos darle vida.

          El segundo aspecto que considero fundamental para alcanzar nuestra metamorfosis, es el aumento de nuestra inversión en educación. Hace un momento lo llamé “una actitud nacional”. En realidad debería llamarlo una “actitud universal”, porque la educación, como el conocimiento, es lo más universal que debería existir. Si nuestros jóvenes han de desenvolverse en el mercado globalizado de la industria basada en el conocimiento, debemos prepararlos con mejor capacitación científica, matemática e idiomática.

          Todo ello demandará recursos, es cierto. Pero la alternativa es mucho más onerosa. A estas alturas, deberíamos estar avisados de que las catástrofes en la educación de hoy, son las catástrofes en la economía, la tecnología y la seguridad del mañana.

          Resulta evidente, por tanto, que necesitamos sufrir una metamorfosis en nuestros valores y en nuestras prioridades, que signifique, antes que nada, el fin del nefasto desequilibrio entre el gasto militar y el gasto en educación.

          En el año 2005, los países latinoamericanos gastaron un total de 24 mil millones de dólares en armas y soldados, un monto que ha aumentado un 25% en términos reales a lo largo de la última década, a pesar de que, con la excepción de Colombia, no hay actualmente conflictos militarizados en la región.

          Mientras tanto, un tercio de los jóvenes latinoamericanos no asiste nunca a la secundaria, apenas un cuarto de ellos ingresa a la Universidad, y el porcentaje de los que efectivamente logran un título universitario es apenas del 12%. No podemos ser competitivos en el campo del juego internacional, si dejamos a tantos jugadores sentados en la banca.

          Debemos decidir si vamos a utilizar nuestro dinero para transformar nuestros niños en soldados, o en programadores de sistemas de computadoras, si gastaremos el tiempo planeando nuestra defensa contra tanques y buques de guerra, o contra virus de informáticos; ideando cómo impulsar nuestro poder destructivo, o nuestro poder productivo; comprando equipo militar o computadoras para nuestros jóvenes.

          Parafraseando a Benjamin Franklin, el gobernante que sacrifica los recursos destinados a la educación, para dedicarlos a la seguridad, acabará creando una sociedad que no será ni educada, ni segura. Porque así como la educación es la fuente del crecimiento económico y el desarrollo, la ignorancia es la madre del desempleo, el germen que engendra la violencia, la fuerza que ocasiona la desesperación política y financiera.

          Costa Rica pudo beneficiarse del boom tecnológico en los años recientes, gracias a que, en cierta medida, nuestro sistema educativo supo planificar a futuro. En 1988, durante mi primera administración, el Ministerio de Educación Pública formó una alianza con una organización sin fines de lucro llamada Fundación Omar Dengo para empezar a instalar computadoras en todas las escuelas y colegios de nuestro país.

En el transcurso de los últimos años, el Programa Nacional de Informática Educativa se ha convertido en una de las iniciativas más amplias y sólidas de América Latina. Gracias a este programa, hoy contamos con una cobertura informática del 70% en secundaria y del 56% en primaria. Pero los costarricenses no estamos satisfechos con estos resultados. Porque tanto nuestro software como nuestras habilidades deben actualizarse constantemente, y ese es un proceso que no es ni gratis ni optativo. Nuestros estudiantes no podrán competir en el 2017, si sólo saben utilizar la versión de Power Point de 1997.

          Si deseamos eliminar la pobreza y prevenir la inseguridad, debemos continuar dando prioridad a la educación. Y eso es precisamente lo que planeamos hacer. En Costa Rica la inversión total en educación en este año, será alrededor de 272 millones de dólares más que la del año pasado, es decir, un aumento de más del 25%. En el transcurso de mi gestión de gobierno, impulsaremos un incremento en el gasto de nuestra educación pública, para que pase del 6% del Producto Interno Bruto, al 8%. Para el 2010, nuestra aspiración es alcanzar la universalización de la cobertura informática en primaria y secundaria.

Y es que la inversión que el país inició durante mi gobierno, hace ya casi 20 años, fue determinante para el proceso de cambio de la estructura productiva del país, que hoy se orienta cada vez más hacia una industria de base tecnológica. Exactamente diez años después de que fuera instalada la primera computadora en las escuelas, el 18 de marzo de 1998, Intel empezó sus operaciones en Costa Rica, fabricando microprocesadores en una planta en las afueras de San José.

          En el 2006, las exportaciones costarricenses de software alcanzaron 115 millones de dólares, un crecimiento de casi un 20% en comparación con el año anterior. Y no sólo estamos produciendo más software que nunca, sino que la importancia que ello tiene para la economía costarricense va también en aumento. En tan sólo un año, el porcentaje del Producto Interno Bruto que representan las exportaciones de software creció un 14%. Una cuarta parte de todos los diseñadores de software en Centroamérica y el Caribe, trabajan en Costa Rica, el porcentaje más alto de toda la región. La tecnología se vuelve cada vez más importante para nosotros, y nosotros nos volvemos cada vez más importantes para la tecnología. Como parte de una generación de costarricenses que crecimos en un país dominado por la agricultura del café y el banano como únicos productos nacionales, no deja de asombrarme que hoy los chips de computadoras sean el principal producto de exportación en Costa Rica.

Ello se debe, fundamentalmente, a nuestras prioridades en educación. O, más bien, a que hayamos hecho de la educación nuestra primera prioridad. La Fundación Omar Dengo ha capacitado en Costa Rica a más de un millón quinientos mil costarricenses -en su mayoría, niños, jóvenes, y educadores-. Microsoft también se ha unido a esta Fundación en un esfuerzo por lograr que los administradores y educadores costarricenses alcancen el “Internet and Computing Core Certification”. Además, se ha unido al Ministerio de Educación Pública en la ejecución de varios proyectos que incluyen educación computacional para la juventud en riesgo, y capacitación para que los estudiantes puedan crear periódicos en línea. Esperamos que ésta, y otras compañías, se comprometan cada vez más con la tarea educativa, y no sólo por su propio beneficio, sino por el beneficio de toda la humanidad.

Amigas y amigos:

          Resulta imposible predecir cuáles serán las circunstancias que las futuras generaciones deberán enfrentar para sobresalir en la economía global, esa es la razón por la cual la preparación educativa es la mejor estrategia para promover la competitividad. Y es que, como alguna vez escribió Ovidio: “nunca dejes de tirar tu anzuelo; en el momento en que menos lo esperes, un pez morderá”.

          Que este sea el espíritu que guíe nuestra metamorfosis. Atrevámonos a reprogramar nuestros valores para privilegiar la educación sobre el gasto militar; para invertir en tecnología que libere el poder creativo de nuestra población, en lugar de su poder agresivo; para combatir el virus de la intolerancia con el antivirus de la comunicación; para sembrar las semillas de la paz y no los dientes de la serpiente; para despojarnos del lastre de nuestro equipo militar y equipar a nuestros niños con las sandalias aladas del conocimiento.

          Cuando hayamos hecho todo esto, nuestro final será como el que Ovidio hubiera escrito: lograremos, como Julio César en el libro final de Las Metamorfosis, alcanzar la apoteosis, y ocupar nuestro legítimo lugar en medio de las estrellas.

Muchas gracias.